Por
Toby Valderrama y Antonio Aponte
La consigna
no pierde vigencia. Cada minuto adquiere carácter de vida o muerte.
Es así, Revolución que descuide este mandato está condenada. En
los últimos meses se ha tomado un camino que amerita insistir en la
urgencia de la "irreverencia y lealtad".
Las señales
son ahora claras: al principio se ubicaron en la sensibilidad de
algunos, o que eran necesidades aisladas de los medios. Con los días
el goteo se transformó en política: salió Mario, las alarmas
sonaron, salió Vladimir Acosta, se buscaron excusas, salió El
Grano, pescaron a Nolia, sale Nicmer Evans… Ya está definido, es
una conducta de persecución a la irreverencia, nace de una debilidad
ideológica. Veamos.
La
irreverencia y la lealtad no son una concesión o un obsequio que los
gobernantes hacen, no es una indulgencia, se trata de un fundamento
de la salud de una Revolución. Sin este
complejo de "Irreverencia y Lealtad" la Revolución muere
por falta de ideas.
Las dos
deben ir juntas, forman parte de una conducta, de una ética. Si la
irreverencia no va acompañada de la lealtad pierde su razón
constructiva, se transforma en ataque, es malsana. Si la lealtad
camina sola, sin la compañía de la irreverencia, se transforma en
adulación, es sumisión. Y aunque aparentemente los adulantes, los
lamedores, son cómodos, aprueban todo, a todo dicen si, en realidad
están contribuyendo a la sequía de ideas, a la muerte por pérdida
del rumbo. Sólo las ideas pueden abrir caminos, dar objetivos
claros. Sin ideas la Revolución sólo puede hacer practicismo y éste
irremediablemente conduce a la derrota frente a las ideas burguesas.
En estos
días tan difíciles la discusión es imprescindible y la
irreverencia y lealtad son base para esa discusión. Lamentablemente
la conducta de la Revolución no es revolucionaria, es pequeño
burguesa, marginal, considera a la irreverencia agresión, exige
sumisión más que lealtad. Frente a la discordancia toma el camino
del "gatillo alegre" dispara a mansalva, los argumentos del
cierre de programas, destituciones, chismes, grabaciones, han
sustituido a las ideas. Así entramos en el territorio del
cretinismo donde el recurso de borrar al contrario sustituye a la
discusión, en ese terreno brota el fascismo. Cerrar un programa es
lo mismo que quemar un libro o llevar a alguien a la hoguera acusado
de brujo.
Podemos
concluir diciendo que la calidad de unos gobernantes, de un gobierno,
se mide por la cantidad de irreverencia que es capaz de soportar, los
peores gobiernos son aquellos con la piel irritable en exceso.
Ojalá
todo esto que está pasando no sea más que exceso de adulancia de
algunos funcionarios subalternos, esperemos que los arcontes que nos
dejó Chávez corrijan los entuertos, y se haga una campaña de
respeto a la irreverencia, que se considere como un preciado tesoro
de la Revolución, de su ética.
¡Sospéchese
del adulante! ¡Sospéchese de la falta de crítica! Ese es el camino
al barranco.
@elaradoyelmar
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